Rendir la PSU, para muchos, representa un hito importante que orientará las acciones para el cumplimiento de una ruta diseñada y cuyo horizonte es una meta profesional o de vida.
Para muchos es parte del diseño de la vida, para otros es un trámite más o un absurdo y para otro grupo, una posibilidad dentro de otras; todo depende de cómo se signifique este evento. Es por ello que, para muchos la PSU al ser un hito evaluativo en sí misma, genera ansiedad y nerviosismo, síntomas que son esperables para la situación y esperable también porque vivimos momentos de incertidumbre como país.
En mayor o menor medida la inseguridad, las expectativas personales y sociales que nos rodean, transforman este hito en uno que provoca ansiedad. En estos tiempos, la experiencia de incertidumbre ha aumentado, la situación social ha traído consigo un escenario donde la forma en que planificábamos la vida se desarma o se debilita, es decir, a la ansiedad esperable a un hito considerado normativo en la vida de un adolescente, se le suma la ansiedad -muchas veces angustia- de un hito no normativo, dado por el contexto y el estallido social, el que ha hecho tambalear a las instituciones y agravar el declive de las mismas.
Es una crisis sobre la que las personas posiblemente no perciben control alguno o aquello que los estructuraba internamente, se desarma.
La suma de una crisis normativa y una no normativa, le demanda a la experiencia de rendir la PSU una nueva forma de enfrentar este hito de la vida.
En este escenario, podría resultar beneficioso para los jóvenes que rendirán la PSU, contar con el diseño de diferentes rutas o trayectorias que los lleven a la misma meta, tener alternativas de acción que se focalicen en su proyecto profesional o de vida.
La o las trayectorias que se diseñen deben pensarse a corto, mediano y largo plazo, es decir, tener una visión en perspectiva que permita mantener el foco y favorecer la experiencia de que los pasos que demos no son vacíos, incorporando en esta experiencia la posibilidad de la incertidumbre. De esta forma los jóvenes deben pensar que las acciones que realizarán, son todas útiles para llegar a la meta autoimpuesta; tal vez tendremos que dar un paso, cinco o diez, lo importante es tener algo pensado, flexibilizar el pensamiento, aprender a tolerar la incertidumbre, abrirnos a las posibilidades de, por ejemplo, demorarnos más de lo pensado para llegar a la meta.
En este proceso puede pasar que a veces sientan espacios en blanco, desorientados o con sensación de vacío, lo importante acá es que bajo esas experiencias, hay que buscar ayuda antes que lleguen a un nivel que no permita tomar decisiones.
Es importante que los padres, madres y/o apoderados, consideren que este hito está enmarcado en una situación social distinta a la de otros años, por lo que la flexibilidad, la tolerancia a la incertidumbre también es un mensaje para ellos; deben contener a sus hijos e hijas, otorgarles en las expectativas que les imponen y el vínculo que establecen con ellos (as), un espacio de seguridad y no de presión o más estrés del que ya tienen.
Ximena Rojas
Doctora en Ciencias de la Educación, Psicóloga, U. San Sebastián
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