SAN FERNANDO LITERARIO

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EL CENTRO DE EXTENSIÓN CULTURAL LIBREARTE CULMINA CON LA DIFUSIÓN DE LOS 15 ESCRITORES LOCALES QUE INTEGRARON EL PROYECTO: "SAN FERNANDO LITERARIO". EN ESTA OCASIÓN CORRESPONDE EL REPORTAJE DE ELINA TORRES VERDUGO. 

* Elina Torres Verdugo, poeta, escritora y artista plástica.
* Es nacida y criada en San Fernando VI Región, Chile.
* Ha participado en antologías tales como:
-"De Mujeres que Sueñan, nace un poema"-1996.
-"El Amor en la Poesía" (bilingüe) 2014.
-"Entre Espuelas y Camelias"- 2015.
-"Villa de San Fernando de Tinguiririca. Poesía Patrimonial"- 2016.
* Cuenta con una publicación de su libro "Cantos", editado el año 2015, en los Estados Unidos.
* Participa activamente en Encuentros de Escritores, Talleres y Grupos de Poesía.


"El último truco del payaso Pastelito".

En la ciudad de San Fernando, se acababa de presentar por quince días y en tres funciones, un circo chileno muy grande y colorido, llamado "Los Tachuelas".
Integran la familia circense un señor Corales, nueve payasos, doce contorsionistas, un ilusionista, cuatro trapecistas con sus respectivos animales amaestrados. Los hijos menores de papá Tachuela, son los graciosos payasitos.
Cuando llegaron a la ciudad, al hijo menor de Papá Tachuela, llamado "Pastelito", se le ocurrió salir a dar un paseo montado en un enorme elefante.
De pronto, un Carabinero que estaba de turno detuvo el paso de los vehículos, justo al frente de un semáforo, que daba luz verde a los automovilistas que iban hacia el sur por calle O´Higgins.
La gente se detenía para observar el espectáculo. Por entre las patas del elefante, surgían rayos multicolores. Mientras que, sobre la punta de su larga nariz, colgaban unas delicadas pulseritas que sonaban al compás del pito del carabinero. Sentado en el lomo del enorme animal, se carcajeaba "Pastelito". Se ponía y se sacaba su peluca amarilla, y sus enormes zapatos blancos, se estrellaban sobre las largas pestañas del animal. Los niños que provenían de las escuelas repletaban las calles, manteniendo en sus manos, grandes y enormes globos y serpentinas...bullicio que se confundía con el ulular de sirenas de los carros bomberiles y los bocinazos de educados automovilistas.
Cuando el payaso Pastelito finalizaba su actuación por el centro de la ciudad, se acercaron tres enfermeros con una camilla para retirar al uniformado de verde, ya que alguien había denunciado que el carabinero había enloquecido. El señor del orden, llevaba puesto un antifaz dorado, que hacía juego con los botones de la chaqueta y la hebilla de su cinturón. Mientras tanto, entre la avenida Manuel Rodríguez y la calle Negrete de esta hermosa ciudad, se elevaba majestuosa la colorida y gigantesca carpa del famoso circo. En la velada circense, como atracción principal, había un ilusionista que hacía desaparecer casas, ciudades y también circos.
La galería ya estaba repleta a eso de las tres de la tarde. Las personas compraban golosinas, empanadas de pera, picarones fritos, cabritas, dulces de algodón y refrescos. Por arte de magia, transitaba por las galerías un divertido hombrecillo ofreciendo tomar fotografías de aquella tarde, que luego introducía en una especie de telescopio en miniatura, de manera que, acercándose a los ojos...allí, aparecían los espectadores sonriendo.
De pronto, se apagaron las luces, comenzaba la música, y sobre los cielos de la carpa trepaban, cual araña veloz, el elefante y Pastelito. Nadie entendía como un animal tan enorme, podía sostenerse en el aire, realizando atrevidas piruetas. La gente exclamaba: ¡Oh!... ¡uy!... ¡oh!... ¡clack!... ¡clack!... ¡clack! El acto que se desarrollaba en ese instante, era muy delicado y requería de toda la atención de los asistentes. Sobre una cuerda del trapecio, había una coqueta hormiga amaestrada que también se podía apreciar por medio de una pantalla gigante y la ayuda de una lupa telescópica. La actuación consistía en que el elefante tenía que ir saltando al juego del "luche" por sobre la cuerda y buscar adentro de la boca de la hormiga, un pequeño trozo de papel que decía: "El que conserve este papelito, será premiado con una actuación junto al "Gran Ilusionista", en la función del próximo domingo".
Como el Pastelito era tan desordenado y travieso...había unido la punta de la cola del elefante a la correa de la cámara fotográfica del hombrecito de las fotos.
La hormiga por su parte, esperaba su turno y reclamaba a los trapecistas varones..."que era injusto que pusieran a un elefante como su compañero", ya que siendo tan alto y grande, ella no podría lucir su esbelta figura. No terminaba de reclamar, cuando el elefante la había envuelto con su larga trompa, intentando quitar el papelito. De pronto se sintió el "Flash" de una cámara, tironeando de la cola al pesado ejemplar, dejándolo caer sobre las redes protectoras del circo. De un salto, el fotógrafo se incorporó de su abrupta caída y detrás de la oreja derecha, aparecía pegado el papel que tenía la hormiga.
El fotógrafo lanzó lejos sus instrumentos de trabajo y fue a dar al camerino del Gran Ilusionista.

- ¡Oh! dijo el mago ¡Veo que has sido el elegido para hacer desaparecer este circo!

El fotógrafo desorientado obedecía las órdenes del mago y comenzaba a inflar: el primer globo y nada, estaba roto...el segundo globo, roto...el tercer globo, roto...

El mago salió al escenario, seguro de la misión que le había encomendado al hombrecito.
Grande fue la sorpresa, al comprobar que adentro de una caja, había un enorme globo con forma de elefante, que lentamente comenzaba a elevarse más y más alto.
La gente aplaudía desenfrenada...los niños gritaban, la música sonaba cada vez más fuerte. Cuando el elefante tocó el cielo de la carpa, y estiró su larga trompa, hizo sonar las pulseritas.
Detrás de las orejas hizo desaparecer desde la camilla del hospital San Juan de Dios, al carabinero que delirando decía:

-Me siento en las nubes... creo pertenecer a un gran circo...y ahora voy bajando a la tierra.
¿Dónde está mi pito de servicio?... ¿y mi gorra?

El travieso payaso se rozó la cara, retiró el antifaz dorado, se puso la peluca color zanahoria y con su inigualable traje de payaso....Pastelito, les había gastado una broma a todos.

Elina Torres Verdugo publica en "San Fernando Literario" su libro: "Colección de cuentos infantiles el zapato roto"./

Jorge Albornoz Figueroa
Presidente Centro de Extensión
Cultural LibreArte de San Fernando

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